Por: Andrés Rodríguez Reynoso
El aire le impregnó su aliento,
el sol le entregó su vital energía,
la lluvia le alimentó con su húmeda vida,
la madre tierra le infundió su fuerza,
el padre tiempo le dio su madurez.
La espera ha terminado,
el largo tiempo se detiene,
ha vuelto a surgir la legendaria magia,
y ahora . . .
Un desafiante puñado de verdiazules espadas
laceran el zarco firmamento,
justo a tiempo a la cita de amor
con la Diosa Mayáhuel
a la entrega de su savia y ricas mieles,
para que fluyan por sus 400 pechos
y alimente a los dioses de la embriaguez